miércoles, 16 de julio de 2008

asdJunto a esta pasión compartida durante muchos años, nota dominante mantenida por el pedal, me llegaban otros sonidos del mundo, acontecimientos, personas. Gentes y cosas se ofrecían a mi simpatía, a mi meditación o a mi entusiasmo.
asdAhora, cuando vuelvo la mirada hacia el pasado, cuando veo las vidas mezcladas a mi vida, anudadas a ella y que forman la malla apretada que intento describir, me parece que para llegar a comprender las leyes de la condición humana -y otras sin nombre que, sin embargo, existen- tenía que recibir el bautismo de este fuego, de esta clase de amor. Lo recibí ni demasiado pronto, ni demasiado tarde, cuando estaba en condiciones de vivir plenamente lo que me revelaba.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Encuentro con Julián.




asdEn los primeros días de abril, cuatro meses y medio después de casada, me encontré por primera vez con J., en Roma. Llegaba allí en misión diplomática (aunque no era su carrera). Yo no sabía nada de él, fuera de su comentada historia con..., llamémosla Y. Los bien pensantes hablaban de él con severidad, lo trataban de libertino. El horror a toda injusticia cometida con una mujer no me predisponía en favor de esa persona..., fuese como hubiese sido su conducta. Quiero decir que la mujer es la que eternamente lleva la peor parte en estos asuntos. Por otro lado, las críticas convencionales de una moral convencional que había oído por casualidad (era chica cuando esto sucedió) no resultaban convincentes. Sin embargo, una mujer había sido apartada de la sociedad (sociedad muy despreciable ya que era esa su reacción) por culpa de él. ¿Hasta qué punto "culpa"? A priori, todos los varones representaban la mala causa, a mis ojos. Cierto es que la actitud de las hembras no solía ser recomendable: lo reconocía. Pero esto no era en mi criterio una excusa suficiente.


asdAntes de saber que era J., éste me atrajo como jamás me había atraído nadie. Me ruboricé cuando M. (su primo) me lo presentó. Tal fue mi fastidio al notarlo que le hablé secamente. No me atrajo porque era J. sino a pesar de ser J. En el momento en que lo vi, de lejos, su presencia me invadió. Él me echo una mirada burlona y tierna (más tarde descubrí que sus ojos solían tener esa expresión). Miré esa mirada y esa mirada miraba mi boca, como si mi boca fuese mis ojos. Mi boca, presa de esa mirada, se puso a temblar. No podía desviarla como hubiese desviado mi mirada. Duró un siglo: un segundo. Nos dimos la mano. Era mucho más alto que yo, y delgado sin flacura. La arquitectura de la cara (los huesos) era de una sorprendente belleza que no he vuelto a encontrar hasta conocer a Virginia Woolf. La nariz aguileña, la frente alta, los ojos de un pardo verdoso, el pelo negro, la piel mate, y la boca, en medio de ese rostro ascético, de una imprevista y sensual ternura. Boca grande y delicada, sensible sin blandura, firmemente delicada. Los dientes muy blancos revelaban en un fumador (vi que fumaba) especial cuidado. ¿La edad? Representaba menos de los treinta y seis años que calculé (por lo que sabía). Sólo nos saludamos, esa noche, entre mucha gente. Pero ya lo miré como si temiera no volverlo a ver. Fijándome en todo. Este temor de no volver a ver a J. me ha perseguido desde el primer momento. Y el día que, al abrir "La Nación", supe que había muerto, comprendí. Todo se había cumplido como en mis pesadillas, al pie de la letra.


asdAquella noche (primeros días de abril) subí a mi cuarto y me miré largamente la boca, para tratar de adivinar qué era lo que había atraído su atención.


asdA M. no le gustaba J. La antipatía era recíproca, lo supe después. Además, J. nunca se preocupó de averiguar cómo era realmente M. hasta que empezó a preguntarse: "¿Por qué se habrá casado con él esta muchacha?".


asdEn cuanto a mí, comprobé, inmediatamente, el efecto insólito de la presencia de J. sobre mi persona. Si entraba al comedor del Grand Hotel, casi antes de verlo lo adivinaba. Convertirme en limalla de hierro que obedece a un imán me pareció intolerable y delicioso. Pensé, desdeñosa, que se trataba de un vulgar "camote" físico. Camote que desaparecería tan súbitamente como se había presentado. No le daba derecho de ciudadanía. Pero con mi consentimiento o sin él, empezaba a dolerme J. Sufría su ausencia (ya ausencia) de manera desmedida y absurda. Apenás habíamos cambiado unas pocas palabras.

sábado, 24 de mayo de 2008

Primera noche en Belgrano

asdUna noche, decidí quedarme a dormir en Belgrano. Ya estábamos en la Avenida de los Incas, y yo vivía sola, en un departamento de la calle Montevideo. Estaban construyendo mi casa de Palermo Chico. El riesgo era que me llamaran desde la casa de mis padres. O que pasara mi madre a verme, por la mañana. No lo hacía, generalmente.
asd-Lo único que falta es que traiga mi almohada, como cuando iba a dormir a casa de las tías- le dije a J.
asdComimos. Salimos al jardincito a mirar las plantas con un farol, para darles caza a las hormigas, si se atrevían a entrar allí. Caminamos por la Avenida de los Incas, casi solitara en aquellos años. Pero no tanto como creíamos. Un vecino le dijo, a una amiga mía, que solía vernos, caminando, "una pareja tan linda...".
asdMenos mal que sintiera simpatía y se apiadara.
asdVolvimos. Nos acostamos. Qué batallas había librado en mi interior, y qué desiertos había atravesado antes de llegar a esa cama, a esa noche "robada". No era yo sola la que estaba allí, con la cabeza apoyada en el hombro de J. Eran años de zozobra. Pensaba en las arpistas que colocaban la palma de la mano sobre las cuerdas para apagar la vibración persistente. Yono podía hacer eso con mi corazón. ¿Dormir? Ni un minuto. No me movía por si J. dormía, ni levantaba hacia arriba la cabeza para mirarlo. De cuando en cuando pasaba algún auto y los faros se reflejaban en las paredes blancas. Conocía de memoria todo en ese cuarto, y la cama en que me había acostado sin inhibiciones de ninguna especie (centenares de veces, desde Garay). Estaba en lo mío. Pero una trepidación constante me separaba de todo: "¿Irán por casualidad a buscarme? ¿Me llamarán para algo?"
asdCuando clareaba, sentí que J. se apartaba con cuidado y salía del cuarto. Oí las canillas abiertas del baño. Volvió con olor a jabón. Me besó en la frente.
asd-¿Cómo le va a usted? ¡Qué pocas ganas tenía de hacer el amor esta noche! ¿Será que ya no me quiere porque todo es más fácil?
asd-¡Fácil! -grité-. Entonces no comprendés nada.
asd-Sí, comprendo. ¡Cómo sos de joven! Una mala noche, sin sueño, no te hace mella.
asd-No me ves por dentro. Sos una bestia, pero te quiero. No comprendés nada, pero te quiero.
asd-¿Qué es lo que no comprendo?
asd-Que me parece imposible estar aquí, pasando la noche con vos. Tan imposible, que yo no estoy aquí... Estoy del otro lado de un cristal. Te veo, no te toco.
asd-Sí, estás aquí. ¿Querés bañarte? ¿Te preparo el baño?
asd-Dejá. Me lo preparo yo.
asdMe fui al baño. Cuando ya estaba en la bañadera, entró. Sin pedir permiso.
asd-¿Te jabono?
asd-Me jabonás.
asdSus manos eran confortables como el agua confortablemente caliente. Borraban mi cansancio, deshacían los nudos de mis nervios. Renacía deliciosamente.
asd-Cómo es de mansa esta rebelde.
asd-Mansa porque me gustan tus manos.
asd-¿Más que yo?
asd-Imbécil.
asd-...
asd-Y ahora, no se me quede dormida en la bañadera.
asd-Tengo sueño.
asd-Nada de sueño. Te voy a dar un café con leche, y te despacho. ¿Querés comprometer mi reputación en el barrio?
asd-Sos un violador de cadáveres ambulantes.
asd-¿Cadáveres? Reviven en el agua.
asd-Soy anfibia. Y me gusta el agua.
asd-No me expliques lo que sos. Si te conoceré.
asd-¡Qué gracia! Te he dado ocasiones de conocerme. Secame.
asdEsa fue nuestra única noche entera en Belgrano. Vi que no podría estar tranquila.
asdCuando hice constriur la casa de Mar del Plata (que vendí después de un año, para hacerme la de Palermo Chico), J. vivió allí dos meses conmigo. El barrio estaba deshabitado o casi entonces. De todas maneras, era correr un riesgo. Pero tuvimos suerte. Por supuesto vivíamos a vista y paciencia de los sirvientes (todos habían estado años conmigo). Y mi familia estaba en Villa Victoria.
asdDespués vivimos juntos en París, 40 rue d'Artois. Pero ya era distinto. En el año 1929, llevábamos vida de amigos. ¿Cómo llegamos a eso?

viernes, 23 de mayo de 2008

Carta de J. Martínez a V. Ocampo, veintiséis años después de su encuentro en abril de 1913.

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAbril 12, 1939.
Querida Victoria:
asdA mi regreso de Mar del Plata, donde he pasado una larga y agradable temporada de dos meses, me encuentro con tu carta, detenida en el Jockey club por no haber dado aviso de mi paradero antes de salir.
asdEl silencio -que no entiendes ni digieres- no es, por cierto, ni deliberado ni reticente. Creo estar relevado de pruebas. Es simplemente un silencio resignado y bueno, impuesto por el inevitable curso de las cosas.
asdJuntos hemos recorrido un trozo de camino, hasta que un proceso de disociación comenzó, poco a poco, a distanciarnos para acabar en la total separación en que nos hallamos, aunque sin quererlo. Es triste, lo sé, pero ese es el hecho innegable.
asdA pesar de todo ello, tú has tratado -con generoso y conmovedor empeño- de mantener por encima de esa realidad un enlace espiritual que yo no he podido sustentar en la misma forma por falta de medios, ya que no de voluntad.
asdTienes en tu mente y en tu corazón la feliz expresión de lo bello, tus entusiasmos artísticos, tus cultos literarios, las multiples inquietudes de tu espíritu, todo eso tiene y tendrá en el mío la honda resonancia de siempre, estemos donde estemos. Yo, en cambio, no soy sino un pobre de solemnidad en ese sentido y no concibo cómo podrá ofrecerte algo digno de atención que no fuera el mero boletín de los achaques inacabables de un físico decadente.
asdNo. No es, pues, que las palabras sean inútiles conmigo -como dices-. Es que a veces, hay que reconocerlo, son más fuertes los hechos que las palabras. En este caso, l amuerte del lobo suele ser un ejemplo bueno de imitar.
asdVoy bajando la cuesta serenamente, desasiado por completo de mí mismo. Mi anhelo es levantar vuelo de esta ciudad, en la que no soy ya más que un jubilado y en donde no me gustaría verme arrastrando los pies, algún día.
asdQuiero irme al campo a vivir lo que aún me queda por vivir, a mirar las nubes que pasan, a envejecer en compañía de los árboles, de los animales y de los libros.
asdLástima que el proyecto es más fácil de imaginar que de realizar. Ante todo, necesitaría vender la casa de Belgrano.
asdAcaso nos veremos pronto, si es que vuelves para el invierno que ya está encima. Sabe, por último, que mis sentimientos hacia ti no tienen nombre. Tu recuerdo está en todo lo que alienta, y en todo lo que amo.


aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Julián.